abrazar la vida y vivir con pasión,
perder con clase y vencer con osadía,
porque el mundo pertenece a quien se atreve.
Vida, Charles Chaplin.
Hoy me he preguntado de quién es el mundo y no he sabido responder con claridad. Al principio pensé en la gente poderosa, poderosa de dinero, esa gente millonaria. Pero no...
No nos engañemos, el mundo no es ni de los
más ricos, ni de los más guapos, ni de los más inteligentes. El mundo es de
aquel que pasa a la acción, del que la saca a bailar y del que hace
la llamada. De aquel que no se encoge ante el primer “no”, de quien se niega a
vivir de prestado lo que por derecho le pertenece y de quien se ama lo
suficiente como para poner sus sueños por encima de su ego.
He visto a personas con talentos envidiables. Personas que
teniendo mucho han conseguido poco y personas que con poco han logrado mucho.
He visto a personas de extraordinaria belleza esperar a ser elegidas en lo
alto de su torre y a personas de – digamos – dudoso atractivo dejar a un
lado la carcasa y asaltar un corazón. Por todo ello, he llegado a una
conclusión: el mundo no es de quien más tiene o más anhela, sino de aquel que
es capaz de quererse sin medida, apartar de un golpe lo superfluo y
lanzarse sin reserva tras aquello que desea.
El principal motivo por el que no sacamos el máximo partido
a la existencia no es que no dispongamos de las
capacidades adecuadas, sino que vivimos esperando a que el entorno nos de
su aprobación para actuar.
Nos inunda el miedo. Nos invade el sentimiento de que,
como acabamos de llegar, el mundo es propiedad de otros y que
debemos pedirles permiso para hacer lo que queremos hacer.
Cada vez que sientas miedo ante algo
que te ilusiona y estés a punto de echarte atrás, pronúnciate a ti mismo estas
palabras: ¿Y qué más da?, qué más da que falles, que no consigas lo que te
propones, tienes mucho tiempo más para intentarlo. Te caes pero te vuelves a
levantar.
Cuando te amas, amas la
vida. Cuando te ves hermoso o te sientes poderoso tal como eres, la vida
se vuelve hermosa y llena de riqueza.
Emprende, llama, dile que le amas, arriesga… ¡Juégatela! Y
si fallas, recuerda: “¿Y queeé más daaaa?”.

