Buscando la libertad

Mi pueblo en la oscuridad del mar;

dibujado por el tiempo de la costa;

habrán pasado al otro lado,

sin son más fuertes que el océano.

(...)

La muerte no duele a los muertos

sino que daña a sus parentescos.

Sin título, Muhannad (el refugiado poeta).

¿Decepción, engaño, frustración? No sé cuáles serán las palabras que se les pasa por la cabeza a todas esas personas que después de caminar cientos de kilómetros cargando con las pocas pertenencias que habrán podido rescatar y llevando a sus hijos en brazos. Pero a mí, quizás, se me ocurren esas.

Supongo que ya no tendrán espacio ni para el odio. Pero llevaban meses huyendo de lo que había sido su hogar, simplemente por querer vivir y justo cuando creían que llegarían a la convivencia, se dan cuenta de que se han equivocado. Aquí no hay guerras, pero hay indiferencia y desprecio (no sé qué será peor).

Caminan con sandalias o descalzos, eso no importa, solo caminan para poder comer y resguardarse de este frío. Y, mientras tanto, aquí seguimos sin ser capaces de tratarlos como los seres humanos que son por culpa de esa indiferencia que nos rodea día a día y que, sin darnos cuenta, ya es parte nuestra.

Pero sí, ellos sí que son como nosotros, son como yo. Tienen el mismo derecho que cualquier europeo a encontrar un futuro mejor para los suyos, a encontrar un hogar, a huir de la guerra. Pocos lo ven.

Yo los veo, los veo y me avergüenzo de verlos desde la indiferencia de mi mundo. Y sí, algunos sí que los escuchamos.

Ahora, quizás, los tenemos un poco olvidados, ya no hablamos tanto. Pero este frío a veces nos recuerdan que siguen ahí. Esperamos el poder para que se abran los ojos y las fronteras. Pero mientras seguimos esperando, los vemos en imágenes cubiertos de mantas para entrar en calor.

Son humanos.